viernes, 14 de enero de 2011


Entro a la casa del Nico. Me invitó a tomar once. Está sentado a la mesa y no sabe bien qué decir, hace tiempo que no nos vemos y ya no hay muchos temas en común. “La vida la ha cambiado” piensa él. “La bohemia te mantiene joven” al final yo le digo.

Los amigos que tenemos ya no son los mismos, ni los lugares a los que vamos, no escuchamos la misma música, nuestros destinos nos separaron y aunque alguna vez pensé que seríamos amigos para siempre, las cosas han cambiado. Bueno, aún somos amigos, o conocidos con cariño, no tengo muy claro cuál es el nombre de nuestra relación, el punto es que añoro ese tiempo en que nos juntábamos y salíamos a caminar, grabábamos canciones, comíamos cosas ricas, yo iba a sus tocatas, él me mandaba las canciones que hacía, en fin, fueron tiempos buenos, pero que con el paso del tiempo pierden su valor y no son más que recuerdos, él lleva su vida y yo la mía pidiéndole más horas al día y corriendo a todos lados.

Nunca tuve la intención de alejarme, quería juntarme con él pero las situaciones no se daban, yo en mi U y él en la suya, además en diferentes regiones, al Nico no le gustaba venir a Santiago y a mí se me hacía corto el tiempo cuando estaba en la quinta.

Lo quiero, aún lo quiero, por los viejos tiempos, por las cosas que vivimos, pero no sé si lo que tenemos es exactamente amistad. Los años han pasado por encima de nosotros y han puesto nuestros caminos en sentidos opuestos.

Ahora estoy aquí sentada a la mesa frente a él, y la amistad que tenemos ni siquiera alcanza para sostenerla la mirada. Los temas son escasos: la familia, la pega, qué será de fulano, y de nuevo a trivialidades, las mismas cosas que hablaría con el chofer al subirme al colectivo.

¿En qué momento pasó? Mi intención nunca fue alejarme de él y mucho menos dejar de ser su amiga… Pero el tiempo es un pillo.

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