viernes, 29 de enero de 2010

La Goma-que-mancha ataca de nuevo



San Ignacio de La Ssalle

La Goma-que-mancha ataca de nuevo

La goma que mancha ha vuelto a cometer una fechoría.

Estaba Nicole Medina, una destacada alumna de la clase de arte, diseñando un nuevo dibujo. ¡OH! Que trazos, que colores, que intensidad y que pulcritud y limpieza tenía aquella hoja, hasta que en un instante, ¡maldito instante!, el pulso de Nicole vaciló, y la raya que dibujó se salió de la línea. Eso ocurrió minutos antes del ataque. Entonces comenzó a buscar su goma, su preciada goma que la acompañaba en todas sus clases de arte. La buscó en el estuche, nada, dio vuelta los lápices, nada, palpó sus bolsillos, no aparecía, miró bajo la mesa, sin encontrar rastro alguno. Buscó en el bolsillo externo de su mochila, sólo vacío, nada más que eso había en el bolsillo. ¿Dónde está mi goma? Se preguntaba Nicole. No lo sabía, y lo que tampoco sabía era que su goma había sido raptada ¡Secuestrada por la malvada Goma-que-mancha! ¡Si señores! La Goma-que-mancha había atacado de nuevo, pero eso no era todo. Nicole sumergió su mano en el fondo de su mochila, dejando atrás cuadernos, agenda, papeles de dulces, audífonos, papeles con mensajes, torpedos, guías y demás. Y ahí, en el fondo de su mochila estaba la goma, pero no su querida goma, sino la Goma-que-mancha, pronta para atacar. Fue entonces cuando Nicole, tomó la Goma-que-mancha y presurosa fue a socorrer su obra maestra, pero en el instante en que la Goma-que-mancha frotó la límpida hoja, se dibujó una enorme mancha en el papel, y en la cara de Nicole, una mueca de disgusto. Fue una pérdida, una lamentable pérdida. Una gran pérdida para la clase de arte del Tío Queno.

Amor Cuático

Al escuchar tu suave voz que musita en mi oído, con ese cándido vocablo que me embelesa y me hace crepitar como la sal en el fuego. Aquel soplo de romance me hace sollozar de júbilo y cala mis sentidos con pasión que al mismo tiempo me arroba y me hace divagar por mi mente sin pensamientos, siendo yo un romeriante que vive en carrera, un extenuante pasaje por alcanzar el máximo deleite solo para franquear unos cuantos segundos cerca tuyo.

Cada instante que me encuentro frente a tu semblante, no puedo hacer más, ni aunque desee articular palabra, pues quedo embriagada bajo tus sortilegios que adivinan mi estado extenuante inducido simplemente por tu presencia. Entonces, libre de monomanías y cualquier concepto que pueda añublar mi mente, me entrego a ti sin otra sintonía que mi amor por ti.

Es entonces cuando tú, paradójicamente a las otras situaciones de encuentro fortuito, me alejas y me excluyes en ese minuto de aquel día abrumante y me decí: “¡Ya po’ Nancy, déjame traajar!, tengo que manejar la máquina, que con esto de la bencina más carozzi voy a tener que saber hacer más turno en el recorrio’, y gánate ma’ allá que voy a 3 de la 6…”

Así, sin más divagaciones junto a la figura de mi amado Brallan, me bajo del autobús para ir a guisar y aderezar alimentos, en la espera de mi nerón y desventurado esposo que me tocó en esta vida irónica y sin mucho sentido más que la existencia misma.

Memorias con sentido, y otras con poco

VENDEDOR

Ella acababa de despertar, el vendedor pasó hasta el fondo de la micro por el corredor ofreciendo su mercancía. Ella estaba recién despertándose, por ello no sabía muy bien lo que pensaba, dudó en abordarlo. ¿Quería comer helado realmente?, no lo sabía. Cuando por fin se decidió, ya era demasiado tarde, el vendedor estaba bajando de la micro por la puerta trasera.

MIRADAS

Estaba en el metro, pensando en varias cosas y observando a su alrededor. ¡Odia hacer eso!, porque cada vez que se descuida y pasa su mirada desprevenida por los pasajeros, siempre hay alguien que la observa, y eso la hace sentirse incómoda, no sabe hacia dónde mirar, se pone nerviosa y comienza a mover su pie. Así estaba, divagando, cuando pasó lo esperado, allí estaba: sus rizos dorados caían sobre su cara y sus grandes ojos azules estaban mirándola fijamente, y le sonreía, ella no sabía bien qué hacer, no sabía qué hacer mientras él le sonreía, le sonreía con la boca abierta, sus ojos despiertos y ese balbuceo de bebé que sólo sus madres entienden. Así estaba él, sobre los brazos de su madre que lo mecía y le echaba viento en la cara por el calor que hacía ese día, entonces, ella lo miró también y le respondió con una gran sonrisa. “No fue tan difícil” se decía.

ABUELA

Mi abuela. Me hubiese gustado decir que estuve toda la noche a su lado, recordando historias pasadas, acordándonos de viejas anécdotas, riéndonos y pensando en cuántas cosas vivimos juntas, con sus manos entre las mías, antes que muriera, pero no fue así. Durante los últimos tres días que estuvo en el hospital, se me permitió una visita por día de no más de cinco minutos, y cuando llegó el momento que nadie quería que llegara, ella estaba sola.

VISTA

Su mundo era confuso. No sabía que vendría, ¿qué era lo que se acercaba?, no lograba distinguirlo. Todo estaba tan borroso, era todo tan incierto. Entonces, hizo lo que debió haber hecho hace mucho tiempo: se puso los anteojos.

HELADO

Hacía tanto calor, iba de pie en la micro que estaba totalmente llena. 45 minutos de trayecto para llegar a su casa y el calor aumentaba, sólo quería deshacerse entre la gente, pero había algo que la alentaba. En su casa la esperaba un trozo de su helado favorito que había sobrado de la cena de la noche anterior. Se bajó y el sol le dio en los ojos. Debía caminar tres cuadras más y llegaría a su hogar, pero el placer que sentiría al comer ese helado lo valía. Llegó a su casa, abrió la heladera, y allí estaba: la caja vacía del helado que su hermano se había devorado por la mañana.

SUEÑOS

Él, un madrugador, una persona formal en todo aspecto, bien educado y de buenos valores, pero ya no quería saber nada del mundo, no quería saber nada de nadie ni nada, ni siquiera quería saber nada de él mismo, estaba aburrido de todo. Su vida era monótona, su familia era aburrida, tenía amigos muy serios y vivía en una ciudad sin iniciativas. Todo era plano y él mismo se comportaba de igual modo. Un día se quedó dormido muy temprano y durmió muchas horas. Esa noche tuvo los sueños más extraños y más maravillosos que nunca había tenido, fueron realmente extraordinarios y al despertar, miró la vida con otros ojos.

Su familia siguió siendo igual de aburrida, sus amigos igual de serios y su ciudad sin motivaciones, pero él, ahora se acostaba más temprano y se levantaba más tarde.

AMIGOS

Siempre creyó ser una persona normal, con compañeros normales, en un colegio normal, familia normal, en una villa normal. Hasta que un día al colegió llegó un nuevo alumno, sería su compañero, ella se acercó a saludarle, comenzaron a hablar y con el paso del tiempo se hicieron grandes amigos. Ahora ya no era normal, para su amigo, ahora ella era especial.

ENOJO

Estaba realmente enojada con ella, ¿cómo había hecho algo así? No lo comprendía, estaba decidida, no le hablaría más a su amiga, y si lo hacía, sería algo breve y trataría de evitarla, ya nada sería como antes.

Esa noche estaba en la fiesta y llegó su amiga, se dijo “no le hablaré” tenía el ceño fruncido y una mirada dura. De pronto su amiga se acercó con su rostro iluminado y una gran sonrisa, gritó su nombre y corrió a abrazarla. Ella no pudo hacer nada, cuando se dio cuenta, estaba abrazándola apretadamente y preguntándole cómo estaba. Lo sabía, era débil.

MENTIRA

Se sentía tan mal, le había mentido a su padre ¿y si lo averiguaba? Era casi imposible que lo supiera, aunque eso no le importaba tanto, se sentía tan mal, no solía mentir, ni menos a su familia. Fue una noche increíble, pero no la pudo apreciar. La mentira le pesaba.

VIDA

La vida era tan complicada, no sabía si podría enfrentarla. Había escuchado tanto cuentos, tantas malas experiencia, “La vida no es justa” le recordaba siempre su madre, “No siempre se puede tener lo que se quiere” le explicaba su hermano “¿Quién dijo que la vida era fácil?” le decía su papá. Realmente no sabía si quería enfrentarse a algo así. Hasta el momento todo le había resultado bien ¿pero si cambiaba repentinamente? Así que se dijo: “¡Tengo ocho años! Es hora de asumir responsabilidades.”

ATENCIÓN

Desde pequeña siempre llamó la atención, aunque fuese tímida. Los profesores solían decir “Sí, tú, la del cintillo calipso”, “No, la niña del tomate con pompones” Y en su villa era “La niña del abrigo amarillo con puntos rojos” o “La del sombrero azul con plumas”. Así pasó su infancia, muchas veces le echó la culpa a su madre por vestirla tan rimbombantemente. Pero eso un día le sirvió, cuando tenía 19 años.

Él, entre la multitud en esa ciudad gris, la vislumbró a ella en su vestido rojo arrepollado y esa trenza maría con cintas de colores y supo que serían el uno para el otro. Eran almas gemelas, estaba seguro que ella no juzgaría su peinado a lo Elvis.

CANCIÓN

Le encantaba esa canción, no dejaba de tararearla, estaba en inglés, así que buscó la letra y se la aprendió. Estuvo semanas con la canción en la cabeza, y cómo no sabía mucho inglés, buscó la traducción, la leyó varias veces y odió la canción, no había nada más vacío que esa letra.

Desde ese día buscaba las traducciones en Internet antes de decidir si una canción le gustaba o no.

DORMIR

Eran las 6 de la mañana y había despertado antes que el despertador sonara, se levantó y fue al baño. Cuando estaba en la ducha, recordó que era domingo.

RECETA

No acostumbraban cocinar. Ellos siempre comían afuera. A ella no le gustaba la cocina y a él no le importaba. Un día estaban dando una receta por televisión y ella pensó “¿Y si hoy lo sorprendo?”. Buscó un cuaderno y comenzó a tomar nota, estaba muy entusiasmada hasta que escuchó las palabras “macerar” “cardamomo” “flambear” “colapez” y “baño maría” Entonces dejó el cuaderno, apagó la televisión y se fue al McDonnald’s, mientras pensaba “Esto no es lo mío”.

IRA

Estaba realmente enrabiado, ella le gritaba y él le respondía con gritos, se decían todas las cosas que pensaban, se miraban a los ojos y se ofendían. Vomitaban rabia y los vecinos ya se habían enterado que ellos estaban discutiendo de nuevo. Hasta que él, como en toda discusión la insultó, le tocó su punto débil, le dijo aquello que no se debía. Fue un error, ambos lo notaron, los dos callaron, ella lo miró con los ojos llenos de lágrimas, tomó su cartera y se fue dando un portazo. Él, de nuevo lo había hecho, había metido la pata, hiciera lo que hiciera, dijera lo que dijera, estaba dicho, nada podía hacer para arreglarlo, ella estaba dolida.

Ese gran amor que alguna vez se tuvieron, de a poco se iba apagando, por culpa de aquellas cosas que él decía cuando estaba enrabiado.

IMPUNTUAL

Sabía que sus amigos eran impuntuales, ella siempre llegaba a la hora y le tocaba esperar sola durante mucho rato, así que esta vez, decidió llegar tarde. La junta era a las 7 y ella llegó a las 7:30, no había nadie. Se sentó a esperar y a los minutos le llegó un mensaje al celular que decía: “Sabemos que eres puntual, así que todos llegamos a las 7, como no te vimos, supimos que te habías ido sola a la fiesta, así que nos fuimos. Espéranos afuera, estamos por llegar”

EN PANNE

Cuando creemos que todo está perdido, cuando el motor no enciende y tu auto está solo en la calle. Cuando no te quedan esperanzas y comienzas a desesperar, cuando empiezas a manobriar mientras tu acompañante intenta empujar, ellos aparecen de la nada. Los solidarios de Chile, que tal vez cuando necesitas dinero se esconden o no ceden el asiento de la micro, pero siempre que vas a empujar el auto, aparecen.

BOLETO FANTASMA

Siempre le sucedía. Pagaba al micrero y él le entregaba el boleto, todo el trayecto jugueteaba con el papel entre sus dedos y al bajar lo echaba a su bolsillo, así ocurría siempre y en la noche al llegar a su casa tenía el bolsillo lleno de papeles. Pero cada vez que iba en la micro y subía el inspector a marcar lo boletos, nunca lo encontraba. Era un enigma, al llegar a su casa lo encontraba en su mochila o en la billetera ¿Cómo?

VACACIONES

Quería ir cerca del campo, algo más rural, tener contacto con la tierra, ver animales, comer comidas típicas, escuchar cuecas y tonadas, sentirse más chileno, fuera de una ciudad sin identidad patriota.

Efectivamente, llegó al campo, estaban los animales, estaban las tierras campesinas, y la comida típica, pero cuando estaba a punto de saborear su empanada dentro del restaurante criollo, notó el sombrero de charro en la pared y desde la cocina se oyeron los corridos mexicanos.

MADRE

De nuevo se había ido enojado con su madre, no soportaba esa situación, iba con un peso sobre su espalda. Se subió a la micro, iba serio mirando por la ventana, pero estaba inquieto, no le gustaba estar disgustado con su madre que tanto lo quería. No aguantó más, se bajó, tomó otra micro, entró a la casa, abrazó a su mamá le dio un beso y luego otro gran abrazo. Ella lo recibió sin saber muy bien lo que pasaba. Él, sabía que ahora podía irse tranquilo.

AMOR

La había amado, cuánto la había amado, no se lo había dicho muchas veces, “Ella lo sabe, no tengo para qué decírselo” pensaba. Pero ella a veces dudaba, necesitaba un “Te amo”. Él ahora quería decírselo, quería gritarlo a los cuatro vientos, pero no podía, tuvo su tiempo y no lo supo aprovechar, solían discutir y él se olvidaba cuánto la quería, se iba de la casa y la dejaba sola, la ignoraba y no la llamaba muy seguido. Ahora el cáncer se la había llevado y no había más que hacer. Le tomó la mano y le dijo “Te amo”, pero ella ya no escuchaba. Se había ido.

LÁGRIMAS

Hay lágrimas buenas, lágrimas de felicidad, de risas, de reencuentro, de dicha. Pero estas eran lágrimas malas, lágrimas de tristeza, de toda una noche. Lágrimas que le nublaban la vista y también el corazón, lágrimas que cerraban la mente y cubrían el alma. Lágrimas de despecho, lágrimas de un corazón roto.

PIEL

Érase una vez, un pequeño niño africano un poco disgustado.

Su primer día de clases en Chile de segundo básico, le tocaba pintar un dibujo, cuando un compañero de clases le pide el lápiz color piel, y por su puesto, el niño le dio el café. Todo el mundo se rió, el pequeño niño africano no entendió el chiste.

HUMANOS

“Los humanos si que son asquerosos” comentaba el perro callejero a la rata de alcantarilla. “Si que lo son” decía la rata. “Sudan cuando se agitan mucho y fuera de eso, apestan. Si no se bañan una semana el cabello se les pone grasiento y huelen mal. Deben ocupar colonia, desodorantes, talcos, cremas y más cosas raras para oler bien, porque si no son repulsivos entre ellos mismos” comentaba el perro. “Además en la mañana su aliento apesta, deben echarse pasta de diente y repetirlo como cuatro veces al día o más. Tienen mocos, espinillas, hongos, cerumen y piojos, sin contar cuando están enfermos. Se tiran pedos y eructan durante el día” le seguía la rata, y el perro agregó “Sí y luego cuando nos les acercamos en la calle, nos corretean porque les damos asco. ¿Quién entiende a los humanos?”.

FINAL

Se comió el plato de fondo y luego vino el postre: una copa de helado de tres sabores diferentes cubierto por una corona de crema y en la punta una jugosa frutilla en su salsa. A ella le encantaban las frutillas. Había sido una magnífica cena, en un restaurante perfecto, era la mejor cita que había tenido en mucho tiempo, realmente estaba considerando sentar cabeza con aquel chico. Comenzó a comer el postre, se comió el helado, color por color, dejando la frutilla para el final, saboreaba su postre mientras lo miraba a los ojos y sonreía, luego la crema y cuando estaba a punto de comer su frutilla, él agresivamente cogió la fresa del plato y la masacró entre sus dientes perfectos “Pensé que no te gustaba, como la apartaste” fue como se defendió él.

Ella comenzaba a pensar en la soltería.

TELEVISIÓN

Todas las noches veía televisión y todas las noches se quedaba dormido con la tele encendida, era algo inevitable, siempre le ganaba el sueño. Hubo un día en que estaba viendo un programa, notó sus ojos pesados, así que con esfuerzo, se levantó y la apagó. Cuando despertó la tele aún estaba encendida, había sido sólo un sueño.

RELOJ

Siempre usaba reloj. Era cuestión de un vistazo para saber la hora, o calculaba y sí, esa era la hora, pero cada vez que alguien en la calle le preguntaba la hora, se demoraba en leerla y se ponía nervioso, y esto le pasaba muy seguido durante el día ¿Por qué la gente que quiere saber la hora nunca anda con reloj? Ese día decidió algo: no usar reloj nunca más, así no tendría que cargar con esa presión social de decir la hora.

DISLEXIA

Siempre confundía las palabras y la gente se daba cuenta de eso. Sus amigos se burlaban y era algo molesto. Confundía los colores calipso y fucsia, los nombres Xime y Maxi, el actor Stephen Hawking con el científico Anthony Hopkins, la palabra alegría y alergia. Su vida era complicada, así que un día decidió no hablar más. Al comienzo fue un poco molesto, pero después de un tiempo se acostumbró. Ahora trabaja en un colegio de sordomudos que tiene un lenguaje universal. Pero se le confunden los dedos y le cuesta recordar los gestos.

DUENDE

Era amiga de un duende, de un pequeño duende que sólo ella veía. Sus primos se burlaban de ella, sus amigos también se reían y sus padres hacían como que creían, pero ella sabía que actuaban.

Él era amigo de una niña, de una niña de 8 años que sólo él veía. Sus primos duendes se burlaban de él, sus amigos también se reían y sus papás hacían como que creían, pero él sabía que actuaban.

Era una amistad complicada, pero ellos sabían que eran buenos amigos.

FAMILIA

Su niñera andaba enojada, llegaba así cada día después de reñir con su marido. Sus padres estaban disgustados, habían discutido durante toda la mañana y el resto del día no se habían hablado. Su hermano no le hablaba, decía que por culpa de él sus padres se habían peleado. Su perro estaba enfermo y quería comerse al gato. El pez era indiferente. Casi todos los días en su casa eran iguales, por eso él, en vez de tener un amigo imaginario, se había creado una familia imaginaria, una familia que no necesitaba niñera porque siempre estaban unidos, que no discutían por nada y que se respetaban unos a otros, incluso había imaginado mascotas que no peleaban y un pez que hablaba.

IGLESIA

No le gustaba ir a la iglesia, lo peinaban y lo vestían con ropa incómoda. Debía estar todo el rato en silencio y no sabía de que hablaban, tenían rituales extraños. El sacerdote hacía a la gente pararse y sentarse. Pasaban pidiendo dinero en una canasta y se lo daban al señor del altar que no se veía que le hiciera falta. Luego las personas se abrazaban “en paz”, sus padres lo hacían, incluso con personas que él sabía que detestaban. Al final comían una cosa blanca que el estaba seguro no llenaba ni al sacerdote, era muy chiquita, además a él no se le permitía probarla. Cantaban muchas canciones y todos los domingos las mismas, cada vez se volvía más monótono. Por eso él, prefería el lunes, llegar al jardín, jugar y pintar con sus compañeros, eso si que era diversión

FIN