viernes, 29 de enero de 2010

Amor Cuático

Al escuchar tu suave voz que musita en mi oído, con ese cándido vocablo que me embelesa y me hace crepitar como la sal en el fuego. Aquel soplo de romance me hace sollozar de júbilo y cala mis sentidos con pasión que al mismo tiempo me arroba y me hace divagar por mi mente sin pensamientos, siendo yo un romeriante que vive en carrera, un extenuante pasaje por alcanzar el máximo deleite solo para franquear unos cuantos segundos cerca tuyo.

Cada instante que me encuentro frente a tu semblante, no puedo hacer más, ni aunque desee articular palabra, pues quedo embriagada bajo tus sortilegios que adivinan mi estado extenuante inducido simplemente por tu presencia. Entonces, libre de monomanías y cualquier concepto que pueda añublar mi mente, me entrego a ti sin otra sintonía que mi amor por ti.

Es entonces cuando tú, paradójicamente a las otras situaciones de encuentro fortuito, me alejas y me excluyes en ese minuto de aquel día abrumante y me decí: “¡Ya po’ Nancy, déjame traajar!, tengo que manejar la máquina, que con esto de la bencina más carozzi voy a tener que saber hacer más turno en el recorrio’, y gánate ma’ allá que voy a 3 de la 6…”

Así, sin más divagaciones junto a la figura de mi amado Brallan, me bajo del autobús para ir a guisar y aderezar alimentos, en la espera de mi nerón y desventurado esposo que me tocó en esta vida irónica y sin mucho sentido más que la existencia misma.

No hay comentarios: